noviembre 07, 2006

"LA FOTOGRAFÍA ES EL ARTE DE LOS OLVIDADOS": ALEJANDRA MATIZ



Por Camilo Argüello Benítez

En la habitación espaciosa y de techo alto con paredes blancas de las que colgaban grandes retratos que tomó su padre, Leo Matiz, durante toda su carrera como fotógrafo, caricaturista y pintor, llama la atención una sólida repisa labrada en madera que guarda en sus nichos, como una vajilla muy lujosa, las cámaras y documentos que identificaron a Matiz en sus viajes por el mundo. Es la sala del apartamento en Bogotá donde Alejandra Matiz, mantiene viva la obra de su progenitor.

Es una pieza grande, con ventanas que dan al norte de la ciudad. Una mesa baja ocupa un extremo de la sala y sobre ella, había varios libros de fotografía publicados por su padre y otros en homenaje a él. Varios sillones ubicados alrededor del salón y dos sofás amplios, agradables a la vista forman la Galería Leo Matiz inaugurada en diciembre pasado.


Como toda una dama se hace esperar mientras la mirada del visitante se pierde en la magnitud de la sala casi vacía. Entra y saluda jubilosa. Vestía un sencillo traje rojo como el vino, un escapulario verde claro colgado al cuello hecho a mano con varias imágenes de la virgen. Su sonrisa es generosa y súbita, y genera pequeñas arrugas en las comisuras de sus párpados.

Y aunque no habla con rapidez sí lo hace con gran claridad, animación y energía. Sus oraciones son acentuadas vigorosamente, con marcados énfasis verbales altamente expresivos, y por momentos, algunos de ellos verdaderamente jocosos.

Con ellos incurría en extravagancias de descripción que ella misma censuraba riéndose tan pronto las ideas salían de su boca.
Alejandra Matiz ha hecho varias exposiciones de las fotografías de su padre en País, Berlín y ahora ha decidido traerlas a Colombia, donde a partir de ahora, saldrán a los demás países.


Pensando en las obras que dejó su padre, Alejandra se especializó en la restauración de obras en Italia, donde vivió por más de 30 años y llegó a Colombia en octubre con la consigna de seguir adelante con la Fundación "Leo Matiz" que creó junto con él.

Entre sus planes incluye exposiciones sociales que estarán unidas a la subasta de algunas obras que Leo tomó en la Aracataca de 1940, antes de escribirse "Cien años de soledad". El dinero recaudado, será destinado a fortalecer proyectos sociales a favor de la mujer en el país.

- ¿Cómo serán las exposiciones sociales de la Fundación del próximo año?


El tema será la mujer. Resaltar el valor que tiene en la sociedad. Entonces, esa exhibición se basará en fotos que tomó mi padre de un grupo de mujeres latinoamericanas importantes como son María Félix, Frida (Kahlo) y Tina Modotti. Aunque Tina no fue de la región, sí vivió mucho tiempo en México y decía sentirse de estas tierras.

Definitivamente hay que ayudar la mujer en Colombia. La Fundación iniciará unos proyectos sociales para ayudar a las madres cabeza de Familia. Entonces, se realizará una exposición de mujeres latinoamericanas en las calles con el sistema "Braille", es decir, debajo de la foto habrá una descripción de lo que es la fotografía para que los invidentes puedan imaginar y saber de qué trata un retrato fotográfico. Pensé en ellas, porque cada una, a su manera, son el signo de la mujer revolucionaria, encargadas de cambiar parte de la historia.

Otra de las exposiciones estará basada en el Macondo visto por Leo Matiz. El Macondo de 1940 a 1960, antes de escribirse Cien años de soledad. Ese pueblo puro, elemental, que no tenía influencia por el Nobel.

Esa exposición, al igual que la otra, será llevada a las calles pero no estará destinada a ayudar mujeres, sino a que Aracataca tenga acueducto. Seguramente no alcanzará, pero en algo ayudará. Y después, le dejaré esas fotos, grandes y plastificadas, a ese pueblo que vio crecer a mi papá, para que ellos tengan una exposición permanente, les traiga turistas y su economía mejore.

- ¿Cuándo se creó la Fundación Leo Matiz?

Legalmente en 1998. Fue el mismo Leo Matiz quien decidió hacer una fundación para no dejar morir su obra, porque él mismo vio la necesidad en Colombia de que hubiera un centro de fotografía, que mostrará al mundo este arte tan triste para el país, o como yo lo llamo: el arte de los olvidados. Creo que un periódico puede escribir sin que haya una fotografía, pero si a un fotógrafo no se le paga su trabajo, no se le da crédito o no se le da importancia y se cree que cualquiera puede coger una cámara y hacer una foto, comenzará a perderse la razón de este oficio.

- ¿Cuáles son los proyectos de la Fundación?

Para el año 2006 pensamos hacer seis exposiciones cada dos meses. También lanzaremos el premio de fotografía Leo Matiz; para eso habrá una convocatoria y se dividirá el premio en varias categorías como profesionales, aficionados y los que estén iniciando en ese campo. Habrá siete jurados, dos de ellos internacionales.

- ¿Cuál es la idea del premio?

La idea del premio es lanzarlo a mitad de año en Bogotá, pero vamos a tener sedes en algunas universidades en el Caribe colombiano, porque uno de los objetivos de la Fundación es ayudar artistas, fotógrafos latinoamericanos y aquellos que no han sido reconocidos.

Hace algunos años, hice una exposición de Frida Kahlo en México, en el Museo Estudio Diego Rivera y la hicimos con ese sistema porque llegaban los invidentes, tocaban la fotografía por debajo y describían, casi a la perfección, las características de la imagen. Por ejemplo, decía que Frida tenía las cejas largas, la describía cómo estaba vestida, decían que Leo Matiz era gordito, adoraba México y fue buen amigo de Frida.

Eso en Colombia no se ha hecho, y sería una forma de crear cultura, porque una persona que empieza a tocar el arte deja las balas. Si se nace en medio de armas y de balas, y después te encuentras con otro mundo, el del arte, estoy segura de que la gente dejaría la violencia y cambiaría a la sociedad que hoy tenemos.

- ¿Qué viene para el 2006?

Se tiene pensado crear un centro de documentación en el norte de la ciudad para enseñar a todos los interesados en aprender fotografía, a construir una buena marquetería y echar manos de todas esas cositas que aprendí en Italia cuando estudié restauración de arte, ya que las fotos son joyas y hay que comenzar a verlas como son. Las exposiciones de las Mujeres Latinoamericanas se irán para Australia y se esperanza un trabajo sobre la revolución mexicana que son fotos que tomó mi papá y sirven ahora que en 2007 se cumplen 100 años de esa revolución mejicana, y 100 años del nacimiento de Frida Kahlo.

- ¿Cómo fue la vida de su padre?, ¿Qué recuerda de él?

Mi Papá sufrió mucho. Perdió un ojo en un accidente muy fuerte en 1970 en San Victorino (centro de Bogotá). Ese día, un tipo, por robarle la cámara, le dio un puño con un anillo grueso, se lo enterró en el ojo. Lo que él no sabía era que estaba golpeando a uno de los más grandes fotógrafos del mundo. Tuvo que trabajar sin un ojo y por el otro casi no veía, entonces yo me dediqué a ayudarlo después de ver esa tragedia.

Él fue muy visionario antes del accidente. Hace 50 años vio en sueños que perdía un ojo. En el sueño, llegaba un ángel y se le llevaba el ojo. Contó que él corría detrás de su ojo, pero el ángel volaba y no lo podía alcanzar. Pero sentía una rara tranquilidad porque entendía que su ojo se iba al cielo no por maldad, sino por amor.

Eso fue terrible. Mi padre decía: ‘si es importante un ojo para un caballo, qué tal para un fotógrafo’. Él se echó a morir, se fue para su finca en Fusagasugá (Cundinamarca) y no quería salir ni volver a hacer fotografía. Para esa época yo vivía entre Venezuela e Italia. Me vine a Colombia, fui hasta la finca y desde afuera le grité que si no salía me quedaría al frente de la casa, día y noche, hasta que me recibiera. Después de 12 horas, bajó. Lo convencí de que volviera al mundo de la fotografía, lo llevé a Bogotá, entró a trabajar en una revista, le hicieron un homenaje en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y renació de nuevo.

- ¿Cómo fue ese renacer?

Mi padre empezó a vivir de nuevo con lo que él llamó su tercer ojo, que no era más que sentir la fotografía. En algún momento llegó a decirme que trabajaba con su tercer ojo, que no necesitaba ver para saber dónde había una fotografía porque la sentía. Y así nació su último libro que se llama ‘Los hombres del campo’, un libro que prácticamente hace un hombre ciego seis meses antes de morir y en un estado difícil, pues sufría una cirrosis hepática en grado avanzado, y aún así logró publicarlo.

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