noviembre 27, 2006

ORHAN PAMUK, EL MEMORIOSO



Pamuk es, por analogía, el "otro" de Borges. Tres temáticas se repiten de manera obsesiva y enigmática: el misterio del yo y sus fantasmas; la memoria de los individuos y las ciudades; los significados ocultos del mundo. Su obra es de una riqueza literaria y filosófica excepcional. Para leer y releer.



Orlando Mejía Rivera*


Papel Salmón. La Patria / Manizales


Que extraña obra la de este nuevo premio Nobel de literatura, el turco Orhan Pamuk. Conocedor de la literatura occidental y de la oriental, ha logrado construir un estilo narrativo que se nutre de autores tan diferentes como los rusos Tolstoi y Dostoyevsky, el argentino Borges, el italiano Italo Calvino, el norteamericano Faulkner, el dublinés Joyce, los franceses Flaubert y Proust, el inglés Carroll, los poetas anónimos que redactaron Las mil y una noches , los místicos persas Ibn Arabi, Rumi, Mevdana, los escritores turcos Kemal, Rasim, Kocu y Tampinar. Además, de su profunda influencia pictórica que lo hizo creer en su vocación de pintor adolescente y que se ve ahora reflejada en una prosa visual, donde la maestría de las descripciones de los paisajes, las personas y la arquitectura de su natal Estambul me ha hecho recordar las mejores páginas de Proust y de Walter Benjamin.



Las antiguas tradiciones de los derviches del sufismo hablan, entre otros temas, de las simetrías ocultas del universo y de los seres humanos. Luego de leer las novelas El libro negro , Me llamo Rojo , Nieve y de las memorias tituladas Estambul, ciudad y recuerdos , encuentro que Pamuk es, por analogía, el "otro" de Borges y los cuentos del argentino tienen un equivalente en las voluminosas novelas del turco. Tres temáticas se repiten de manera obsesiva y enigmática en estas obras de Pamuk: el misterio del yo y sus fantasmas; la memoria de los individuos y las ciudades; los significados ocultos del mundo. La narrativa de Pamuk es literatura para hundirse en el misterio de la existencia humana, para combatir la superficialidad de una época que ha intentado suprimir todos los secretos y las ambigüedades de las personas y de las sociedades.



Estambul



Estambul es recreada en su pasado, en su presente y en sus dimensiones interiores. Al leer su libro de memorias comprendemos mejor las motivaciones estéticas y éticas del escritor. Su ciudad es un tejido de recuerdos que se funde con su biografía. El niño que imaginó que otro Pamuk habitaba otro barrio de la ciudad, es la propia alma escindida de la capital que respira nostalgia por el pasado esplendoroso del imperio Otomano y siente rabia y confusión por un presente de pobreza y suciedad, donde las presencias fantasmales de la Constantinopla cristiana y la Estambul musulmana no han logrado encontrar la armonía de los triunfos y las derrotas del pasado. Quizá, por ello, Pamuk insiste en la "amargura de las ruinas" que todos los ciudadanos de Estambul sienten al caminar por sus callejuelas y barrios. Esta amargura se ha convertido en una categoría estética que se asume con orgullo nacionalista, pero que en el fondo muestra la incapacidad de su pueblo para aceptar la desaparición de la grandeza imperial del pasado y surge ese sentimiento colectivo de fragilidad y negación de lo que Turquía ha sido y puede llegar a ser.


Sin embargo, la desazón del narrador se transforma en fascinación cuando recuerda el Bósforo, que es el brazo del mar Muerto que rodea la ciudad. Allí Pamuk logra plasmar fragmentos de prosa poética que superan a todo lo que he leído, incluso por encima del Danubio de Magris. Esta obsesión por las aguas del Bósforo hace que su personaje Cell, el cronista de Estambul del Libro Negro , imagine con temor que cuando las aguas se sequen los ciudadanos contemplarán los restos de las civilizaciones que han conformado el espíritu de la ciudad y sólo seguirá el desastre y las epidemias. Es decir, el Bósforo es para Pamuk una especie de talismán que ha protegido a la ciudad de las fuerzas destructivas de los propios turcos. Por ello dice en sus memorias: "Frente a la derrota, a la opresión, a la amargura y a la pobreza que pudren por dentro la ciudad, el Bósforo está unido en lo más profundo de mi mente a sensaciones de unión a la vida, de entusiasmo por vivir y de felicidad".




La búsqueda de sí mismo



Galip, el protagonista del Libro Negro , es un joven abogado que busca a su esposa y prima Ruya, quien se ha marchado de la casa sin decir por qué ni con quién, aunque aparece la sospecha de que haya sido con su medio hermano, el famoso cronista Cell. Su búsqueda por la Estambul de los años cincuenta lo lleva a descubrir una ciudad simbólica dentro de la ciudad exterior: esa que soñaron en el siglo XIII los hurufíes y su líder Fazlallah de Esterabad. Los artículos de Cell son claves para que los encuentre, y a la vez un camino iniciático para que Galip descubra que detrás del mundo visible hay otro mundo de "geografías metafísicas" donde cada cara tiene sus números secretos y ningún objeto o circunstancia es casual. Es decir, Pamuk ha logrado de manera profunda y amena, introducir en las coordenadas estéticas de la novela moderna occidental las tradiciones esotéricas del sufismo de los legendarios derviches persas, que Occidente conoció a comienzos y mediados del siglo XX por la presentación que hizo Gurdjieff y Ouspensky de los "fragmentos de una enseñanza desconocida". Galip penetra en la Estambul mística de los hurufíes y se le revela una enseñanza arcana: nadie puede ser él mismo, porque no somos uno solo, sino un "ejército de yoes" que habita de manera contradictoria nuestra mente.



Lo histórico y lo político



En Me llamo Rojo , Pamuk nos traslada al Estambul del siglo XVI donde se comete el crimen de un ilustrador, maese Donoso, y la novela comienza con la propia voz del muerto diciendo: "Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo". Dilucidar quién lo mató es el núcleo de la trama, pero en realidad la historia es una incursión en la evolución del retrato en la pintura occidental y oriental, y en la influencia que tuvo el Islam en el rechazo a las iconografías. Pero también es una historia de amor tomada de la tradición otomana.



En Nieve , el versátil Orhan nos lleva al pueblo fronterizo de Kars en la Turquía de los años noventa. Allí llega el poeta Ka, exiliado político en Alemania durante varios años, para averiguar por los suicidios de jóvenes musulmanas, que se negaron a despojarse del velo que cubría su cara para poder ingresar a los establecimientos de educación. Pero también Ka va en busca del amor de Ipek, una antigua compañera de universidad, y de manera inesperada siente que: "El silencio de la nieve me acerca a Dios". La nevada tapa las carreteras y se produce un golpe de estado local, para evitar que el partido Musulmán llegue a la alcaldía del pueblo en las elecciones. Todo esto sirve de marco para que Pamuk construya diversos personajes que representan las distintas tendencias políticas de su Turquía natal: los nacionalistas republicanos, los proeuropeos, los musulmanes, los ateos, los indecisos, los socialistas, las guerrillas kurdas, las minorías étnicas.



Acá la maestría de Pamuk radica en que no toma partido por ninguno, sino que deja hablar a todas las voces ideológicas y religiosas que existen en su patria. Lección de polifonía narrativa y de librepensamiento que hace de la literatura un verdadero nicho de inteligencia, tolerancia y libertad, en un mundo envilecido que ha vuelto a la justificación del sectarismo y de la violencia. El asesinato del poeta, varios años después de los hechos, en una calle de Frankfurt es un episodio que estremece, cuando el propio Pamuk ha sido amenazado por extremistas de distintas tendencias políticas.



En síntesis, La obra de Orhan Pamuk es de una riqueza literaria y filosófica excepcional y creo que se volverá un auténtico clásico viviente. Hace muchos años no había encontrado una voz narrativa tan singular y brillante. Presiento que será un autor para leer, releer y soñar. Pamuk, como Funes el memorioso del cuento de Borges, parece que no olvida nada de lo que ha leído, vivido y de la herencia genética de su sangre oriental y occidental. Pero a diferencia de Funes, piensa y une poéticamente la trama oculta de las simetrías del universo en sus novelas y personajes.



*Escritor.



Premios nobel de Literatura en los últimos 20 años



2006 Orhan Pamuk Turquía

2005 Harold Pinter Gran Bretaña

2004 Elfriede Jelinek Austria

2003 J.M. Coetzee Sudáfrica

2002 Imre Kertész Hungría

2001 V.S. Naipaul Reino Unido

2000 Gao Xingjian China

1999 Günter Grass Alemania

1998 José Saramago Portugal

1997 Dario Fo Italia

1996 W. Szymborska Polonia

1995 S. Heaney Irlanda

1994 Kenzaburo Oe Japón

1993 T. Morrisson Estados Unidos

1992 D. Walcott St. Lucía

1991 Nadine Gordimer Sudáfrica

1990 Octavio Paz México

1989 Camilo José Cela España

1988 N. Mahfúz Egipto

1987 J. Brodskij Estados Unidos

1986 W. Soyinka Nigeria

noviembre 22, 2006

Crónica de una ciudad “invisible”

A Víctor lo conozco de hace muy poco. Sólo sé que compartimos la pasión por la literatura. Hombre enamorado de una mujer con nombre cautivador, su escritura es cultural, histórica e inteligible. Emprendedor, como dicen los empresarios, Víctor Menco Haeckerman es un cartagenero de amistades herméticas, no importa si son a la distancia y por medio de emoticos. He leído dos trabajos suyos y vale la pena destacar que en éste, su sensibilidad alcanza un grado humanamente literario, de atención descriptiva y razonable que muy pocos periodistas tienen. En la actualidad es director de la revista cultural Epígrafe, estudiante de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena y bachiller graduado, aunque muchos omitan este título; el más largo y delicioso en la vida de cualquier persona de nuestra generación. Camilo Argüello.

Tatuajes sobre Cartagena
Crónica de una ciudad “invisible”

Víctor Menco Haeckermann

Señores padres de familia: si su hijo llega un día de estos tatuado a su casa, no ponga el grito en el cielo. Ustedes, chicos: tampoco deben sorprenderse de que su mamá se haga un tatuaje. Así, rastreando a la gente que se siente atraída por el arte que consiste en decorar el cuerpo (body art), es como llego, una noche cualquiera, a un local ubicado en la Tercera Avenida de Bocagrande. Después de leer un gran aviso que dice Ink Addiction, me adentro en el lugar: ante mis ojos, un extenso y blanco salón con cuadros en las paredes, dos vitrinas repletas de joyas para el cuerpo y, al fondo, un grupo de personas. En fin, un salón que a cualquiera sorprende por su pulcritud y armonía.

Alguien se me acerca y me pregunta que si deseo algún servicio. Yo le digo que sólo he entrado a observar. De nuevo llama mi atención el grupo de personas del fondo, que muy seguramente llegó en el mismo plan mío. Luego de abrirme paso entre ellos descubro a una señora y su tatuador quien le fija una flor de loto hindú, de vivos colores, en su brazo izquierdo (su primer tatuaje). Por lo que comentan los presentes percibo que la señora es la madre del tatuador y que las letras que están en las hojas de la flor son las iniciales de sus hijos. Una vez terminado el tatuaje, ella asegura nunca haberse imaginado que participaría de una práctica de este tipo, pero que al contemplar el diseño cambió de parecer.

Acto seguido, un chico de 12 años le pide al tatuador, Sigfrido Cardona, que le haga un piercing en la ceja. Éste le dice que debe consultarlo con sus padres. Papá y mamá se miran. Ella duda, aunque al final accede y el chico escoge su joya. La gente sigue entrando y saliendo. A mi lado otro joven, impaciente, espera ser atendido. “¿Qué te vas a hacer?”, le pregunto. “Un ave fénix en la espalda”, me responde enseñándome una revista. Le pregunto sobre lo que dirían sus padres y me dice no hay problema, que él se lo va hacer con su propio dinero.

Avanza la noche, entran personas de todas las características: atractivas señoras que esperan llevar letras chinas en la parte baja de la espalda; un metalero que quiere retocarse un tatuaje trasnochado y hacerse una expansión; otro que al lo mejor nunca ha escuchado rock pero que se hizo un tatuaje porque le dio su gana; un muchacho que le obsequia a su novia un piercing en el ombligo; otro que, por temor a que lo echen de su casa se tatúa con tinta UV (esa que sólo se ve en las discotecas con las luces de neón); extranjeros residentes, turistas… mejor dicho, no sabría etiquetar tanta gente.

“¿Qué Cartagena es ésta?”, me pregunto. Y como posible respuesta me digo que la ciudad cambia, en especial desde los jóvenes. Hoy no son los hippies que, cuando llegaron a adultos, se cortaron sus melenas. Aquí la evidencia, en su mayoría, será perecedera. ¿Cómo sobrevivirán los tatuajes en medio de una sociedad conservadora y excluyente como la nuestra? Por lo pronto, la mayoría los lleva en lugares no tan visibles y se ayuda de la ropa. Por ejemplo, todavía no ha llegado al local el primero que quiera tatuarse la cara y dudo mucho que se presente. Concluyo diciéndome que este grupo humano no necesita ser pobre en la ciudad para ser, paradójicamente, invisible. Realmente pocos le “gastarían tiempo” a temas como éste.

Son las 11:00 p.m. Siento ganas de preguntarle a Sigfrido que si le gustaría hacer una exposición a la que la gente llegara y encontrara las paredes vacías, y que, repentinamente, entre los asistentes, un grupo de personas descubriera sus cuerpos tatuados con diseños de su autoría. Pero no le pregunto sino por sus diseños. Él me contesta que en su página puedo ver sus trabajos. Además, me comenta que no tiene ninguna preferencia por algún estilo de tatuaje en particular, que le gusta cualquier estilo siempre y cuando quede bien hecho.

Se hace tarde, decido irme antes de que cierren el lugar pero la curiosidad no me permite hacerlo de inmediato. Además, hay tanta gente que fácilmente paso desapercibido. Un sujeto de unos 30 años de edad, que trabaja en una discoteca (lo deduzco por su suéter) se me acerca y me dice –tal vez confundiéndome con el personal que atiende en local–, que ha venido porque quiere cubrirse una cicatriz que tiene en el brazo. Yo me quedo en silencio. Sólo atino a recordar en voz alta el título de un poema de John Junieles: “Los tatuajes sirven para esconder cicatrices”. El hombre, sonríe. Complacido, acude donde Sigfrido y le habla como un paciente a su médico. Yo me doy vuelta y dirijo mi vista a la señora de la flor de loto y observo en su mirada la de esos hombres de muelle que aparecen en el poema. Esos hombres que, luego de que una mujer les dijera adiós, se tatuaron un epitafio azul en el hombro: “Amor / Pero de madre”.

noviembre 20, 2006

ENTRE ESCRIBIENTES Y ESCRITORES

"La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir": Jean De La Bruyére

María Jimena Duzán

El síndrome de Bartleby (02 de Enero de 2006)


Después de haber sobrevivido al Año Nuevo, sin duda un acto heroico inapelable, resulta aún más pertinente comenzar el 2006 reconociendo que no hay hazaña más audaz en este mundo contemporáneo que el de ser un escritor. Y no me refiero a los "escribientes", como bien los llamaba el implacable Roberto Bolaño en referencia a los escritores best sellers estilo Isabel Allende, que han convertido su oficio en una fábrica de hacer historias tan predecible como perecedera, sino a escritores de verdad, que no transigen en su creación, que no se someten a los argumentos mercantilistas que imponen hoy las editoriales, más afanadas en amañar los premios literarios a las inversiones que hacen en los autores de moda, que en publicar audacias literarias.


Mi homenaje va para aquellos escritores que no pertenecen a los grandes circuitos literarios, que han escrito sus obras sin tener agentes, que no vienen de ganarse ninguno de esos premios comerciales y que sin embargo siguen deslumbrándonos con sus historias. Me refiero a un Fernando Vallejo, riguroso en su misión de escritor; a un William Ospina, un poeta que al no poder vivir de la poesía, aventuro yo, tuvo que hacer lo mismo que Roberto Bolaño, otro poeta que perdimos por falta de presupuesto, e incursionó en la novela con la fortuna de haber escrito una historia como la de Ursúa, a sus 51 años; o como el propio Bolaño, que nunca perdió el norte literario ni se desanimó ante el hecho de que su obra no fuera reconocida por las editoriales, como ya lo es después de su prematura muerte. Tampoco en vida fue un escritor de éxito y Seix Barral no quiso publicar en su momento su primera novela (Los detectives salvajes).


Por no hablar de escritores colombianos, acaso menos conocidos, como Julio Paredes, Hugo Chaparro, Enrique Serrano, Gonzalo Mallarino, Antonio Ungar o Carolina Sanín, discípulos silenciosos de otro gran escritor, el catalán Enrique Vila-Matas, poco conocido en estas latitudes pero considerado un autor de culto entre toda una generación de nuevos escritores latinoamericanos como César Aira, Juan Villoro, Rodrigo Fresán o nuestro Héctor Abad.


Vila-Matas, siempre tan audaz, se ha atrevido a hacer un libro para explicar el síndrome de "Bartleby". Una enfermedad literaria que toma su nombre de un personaje que aparece en un relato de Herman Melville, un oficinista gris que jamás ha ido a ninguna parte, que nadie sabe si va o viene, ni si tiene o no parientes en este mundo; solo se sabe que cuando alguien le pide que cuente algo sobre su vida, responde siempre con esta frase, ya emblemática en esos seres en los que habita una profunda negación del mundo: -Preferiría no hacerlo.


Muchos son los escritores que han dejado de publicar después de haber escrito solo una obra o dos, como sucedió con Rimbaud, quien escribió su única obra a los 19 años, o como Juan Rulfo, quien luego de Pedro Páramo y Llano en llamas se sumió en el silencio. En el caso de Rimbaud, cuenta Vila-Matas, su pasión por escribir terminó cuando se le acabaron sus alucinaciones. Y cuando a Rulfo le preguntaban por qué había dejado de escribir, él siempre le echaba la culpa a la muerte de su tío Celerino, que, según él, era quien le contaba las historias. Otros escritores que no pudieron volver a escribir, no tuvieron tanta suerte. Muchos terminaron en el manicomio, cuando no muertos en vida.


Aquí en Colombia, un típico caso del síndrome de Bartleby, relativamente reciente, es el de Antonio Caballero, quien luego de escribir una novela cumbre (Sin remedio), no ha vuelto a publicar ninguna. Y cuando a Caballero le preguntan que por qué solo ha escrito una novela, responde con esta frase, característica de los escritores que transitan siempre por el laberinto del no: -Porque en realidad la novela era una excusa para escribir un poema.


A todos esos escritores héroes de este tiempo mis mejores deseos.

noviembre 17, 2006

Borges retratado por Bioy



El círculo del cielo mide mi gloria, las bibliotecas de Oriente se disputan mis versos, los emires me buscan para llenarme de oro la boca, los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel. Mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia, ojalá yo hubiera nacido muerto.
Abulcásim el Hadramí, JLB, El hacedor (1960)



Por Harold Alvarado Tenorio


JLB murió en Ginebra el 14 de Junio de 1986. Veinte años después, este explosivo Octubre, una editorial argentina ha puesto en circulación un obeso volumen de 1700 paginas, meramente titulado Borges, cuyo autor, Adolfo Bioy Casares (1914-1999), gastó los dos últimos años de su vida en la puesta a punto del quizás, mejor retrato, intimo, de uno de los mas grandes hombres que haya existido jamás. Un ciego de Buenos Aires, una ciudad eterna como el agua y el aire.



El libro cubre los años que van entre 1931 y 1989, pero los primeros quince resultan compendiados en una decena de páginas. Años del encuentro, de la redacción conjunta de su primer trabajo: un opúsculo sobre la cuajada; de la fundación de sus efímeras revistas y editoriales, del matrimonio de Bioy y Silvina Ocampo. Un diario, redactado noche tras noche, durante los cuarenta años cuando Borges cenó, varias veces por semana, luego de las extensa sobremesas, la redacción constante de notas para solapas de libros y de narraciones, guiones para filmes y versos de ocasión, donde Adolfito hace el papel de James Boswell (1740-1795), ante un adorado Samuel Doctor Johnson (1709-1784), ejercido por Borges. Un ABC que con este libro alcanzará la inmortalidad de su maestro, pues si la obra de JLB es hoy frecuentada por miles de millones de lectores en todas las lenguas, quien quiera saber del ser de carne y hueso, debe recurrir a este inconcebible testimonio de la vida de un grupo de porteños, tan geniales y chismosos, como la belleza de las mujeres que les acompañaron y los tiempos oscuros, que como a todos en todos los tiempos, nos ha tocado en suerte.



Es el chisme quien da cuerpo a todo el volumen. Bioy no se cansa de anotar que Borges viene a cenar, dejando por sentado que comía prácticamente de su bolsillo. Es asombroso certificar la incansable voluntad de Bioy por no dejar pasar detalle de lo que Borges le cuenta, le comenta, le trasmite en llamadas telefónicas, sobre el extenso circulo de amistades del rico heredero de La Martona, la mas grande procesadora de lácteos de Buenos Aires a mediados del siglo pasado. Un círculo de amistades que presidía otra rica heredera, su cuñada, Victoria Ocampo, otra de las argentinas mas celebres, no por su belleza sino por su inteligencia y sus contribuciones a la literatura de nuestra lengua, directora de la revista y la editorial Sur, amiga de Ortega y Gasset, Neruda, Lorca, Tagore, Camus, etc.



ABC hace del chisme, de su más desnudo ejercicio, la cicuta que nos va envenenado en la lectura de sus recuerdos de Borges. Ni la amistad, ni la prudencia y el respeto a las damas e iguales impiden, que con pasmosa ingenuidad y propósito, Bioy vaya registrando la frase ingeniosa o hiriente, la parcialidad de juicio, la tozudez contra quien se malquiere o se odia, la misoginia, el racismo, los complejos de superioridad argentinos, el antiperonismo, el anticomunismo y el escepticismo tanto suyo como de Borges, a medida que van creando una obra hecha de mutilaciones, modificaciones, suplantaciones y falacias cuyo propósito es la creación, tanto en carne como espíritu, -de eso es testimonio este libro, de una fabrica inmortal de palabras.



Porque nadie se salva en este extenso escrutinio y saqueo del mundo, donde Borges y Bioy = Biorges, diseccionan pasajes, examinan estrofas y rimas de un verso, impugnan locuciones, festejan sonoridades, ríen de la aspereza y la ausencia de buen gusto de un autor, o rescriben poemas por el mero gusto de ejercer el oficio que mejor conocen: escribir.



El Fausto, de Goethe, "¿No te parece –dice Borges, es el mayor bluff de la literatura?". Shakespeare es "the divine amateur", siempre usa el "mot injuste"; el surrealismo, "contrariamente a otras ideologías invasoras de lo literario, el catolicismo y el comunismo, prescinde del propósito de lograr obras legibles"; los poemas de Alejandra Pizarnik son "absurdas cacografías"; a Ezra Pound "lo consideran elil miglior fabbro, pero nadie lo lee"; "Thomas Mann era un idiota"; "Le dieron el Premio Nobel a Juan Ramón Jiménez… Primero Gabriela Mistral, ahora Juan Ramón. Son mejores para inventar la dinamita, que para dar premios… Gabriela Mistral no ha escrito un poema bastante bueno… Los premios no ayudan, en la posteridad a nadie…"; "¿Qué puede saber de nada un bruto como Hegel?"; (Oliverio Girando) "su obra no es nada"… "Fue un peronista inmundo"; "Neruda gusta porque a veces es cursi sin asco"; "Lorca escribió poemas horribles"; "Ya me habían dicho que los músicos no tenían oído. Piazzolla no saber leer los versos"; "Sábato también desaparecerá, sin dejar rastro, después de la muerte"; "Si comparás la muerte de Sócrates y la de Cristo no hay duda de que Sócrates era el más grande de los dos. Sócrates era un caballero y Cristo un político, que buscaba la compasión [...]".



Y si el chisme es el hueso, la maledicencia es la medula que amarra esta amistad y la hace compadrazgo. Si Borges es un facón de hielo, Bioy es la perfidia misma y ambos son tóxicos y mortíferos. Bioy, entre líneas, va dejando sentado que Borges tiene una puritana antipatía por los temas amorosos y la incomodidad que siente ante las alusiones literarias a la vida sexual, justificando muchas veces que lo erótico es inferior a lo épico. Pero la cúspide de las insidias se alcanza cuando hacen referencia a las mujeres que les han interesado sentimentalmente. De Haydée Lange, la bella pelirroja libertina que fue una de sus (JLB) pasiones de madurez, quien le dejó por Oliverio Girondo y con la complicidad de Lorca hizo el amor una noche en una terraza con Neruda, dice que "vive idiotizada por el alcohol"; Estela Canto, a quien dedicó El Aleph y regaló el manuscrito que luego ella vendería en una subasta pública y que escribiera un libro sobre su relación con Borges, la considera "este pilar de la rectitud"; Silvina Bullrich es una "gorda raviolera del barrio de Flórez"; Susana Soca, una mecenas uruguaya es "una opa" y otro tanto de colores locales por las rivalidades y envidias entre las bellas y elegantísimas para Susana Bombal, Carmen Gándara, las hermanas Grondona, Wally Zenner, Marta Mosquera, Esther Zemboráin de Torres o Pipina Dile y Elvira de Alvear, a quien en su postrera locura y pobreza, Borges visita infaltable cada fin de año.



Acaso el personaje inolvidable entre estas señoras del gran mundo porteño sea Bibiloni de Bullrich, retratada por Bioy a partir de las consejas de Borges con sus intrépidas confidencias, neologismos audaces, e imprevistas intervenciones cursis y lamentables. "Así como a usted le interesa conocer poetas y escritores, -dice a Borges, a mí me interesa conocer gente rica"; al salir de un recital de danza moderna exclama: "yo prefiero los otros bailes, con orquesta y con personas conocidas que la sacan a una a bailar"; en medio de una comida sostiene: "Soy tan inteligente, tan genial que a veces no me pueden comprender"; "A mí no me gustan pero soy tan inteligente que he descubierto que conviene estar bien con los peronistas", etc.




Capítulo aparte merece el primer matrimonio de Borges, cuando a los 68 años, decide casarse, ante la posible desaparición de su madre, con una vieja novia de juventud: Elsa Astete Millán viuda de Albarracín, un ser de otro mundo, menos del borgiano. "Pongo mi destino en manos de una desconocida", dice Borges. "No se parece a las que él nos tiene acostumbrados –confía doña Leonor Acevedo a Bioy-. Yo me quedo tranquila: creo que lo va a cuidar. Ya no es joven. Fue linda: ahora, ya la verás... Pero él no ve. Para él sigue siendo la de antes." "Vieja, -anota Bioy- de piel grisácea; en actitud de sierva enamorada, postrada de admiración ante el ídolo potencialmente díscolo [...]; resuelta a rodear al hombre de cuidados domésticos y a persuadirlo de los encantos hogareños; proclive a tomar ofensa y a ofuscarse por celos; desconfiada; querendona, cariñosa y optimista; expresiva y dada al mohín". Y más adelante los celos de Elsa con sus amigos, sus viajes, sus homenajes, mientras el viejo y ciego poeta cada vez mas rico va comprándole vestidos, abrigos de piel, apartamentos, o zapatos de segunda mano.




Al final, por supuesto, llega el turno a María Kodama, con quien casó por poder Borges 45 días antes de morir. Bioy guarda la más estricta prudencia sobre ella, quizás para no ofender la memoria de su amigo y maestro. Y anota: "Borges me dijo que para morir da lo mismo un sitio que otro. Y qué lujo: tener un amor, y aun mal de amores a los ochenta y tantos". Sin embargo: "María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores). Junto a ella vivía temiendo enojarla".




El 14 de Junio de 1986, un desconocido, en un quisco de periódicos, cerca de La Biela, le cuenta que Borges ha muerto. "Seguí mi camino, anota Bioy. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges." Antes de morir, apunta, alguien grabó a Borges cantando tangos: "Dicen que en esa grabación Borges ríe con la risa de siempre".

noviembre 14, 2006

LOS 16 CONSEJOS DE BORGES


El maestro argentino decide dar algunos consejos para quienes aún nos sentimos confusos al momento de escribir un cuento y, por qué no, una novela. En conferencias y entrevistas periodísticas, Borges revela algunos de los pasos que él cumplió para la creación su obra literaria, sin lugar a dudas, una de las más importantes de Hispanoamérica.


Adolfo Bioy Casares, en un numero especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientando en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una irónica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros*


En literatura es preciso evitar:


1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.

2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.

3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.

4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.

5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.

6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.

7. Las frases, la escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.

8. La enumeración caótica.

9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.

10. El antropomorfismo.

11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.

12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.

13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.

14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.

15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:

16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

FIN

* Tomado de http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/borges1.htm

noviembre 07, 2006

"LA FOTOGRAFÍA ES EL ARTE DE LOS OLVIDADOS": ALEJANDRA MATIZ



Por Camilo Argüello Benítez

En la habitación espaciosa y de techo alto con paredes blancas de las que colgaban grandes retratos que tomó su padre, Leo Matiz, durante toda su carrera como fotógrafo, caricaturista y pintor, llama la atención una sólida repisa labrada en madera que guarda en sus nichos, como una vajilla muy lujosa, las cámaras y documentos que identificaron a Matiz en sus viajes por el mundo. Es la sala del apartamento en Bogotá donde Alejandra Matiz, mantiene viva la obra de su progenitor.

Es una pieza grande, con ventanas que dan al norte de la ciudad. Una mesa baja ocupa un extremo de la sala y sobre ella, había varios libros de fotografía publicados por su padre y otros en homenaje a él. Varios sillones ubicados alrededor del salón y dos sofás amplios, agradables a la vista forman la Galería Leo Matiz inaugurada en diciembre pasado.


Como toda una dama se hace esperar mientras la mirada del visitante se pierde en la magnitud de la sala casi vacía. Entra y saluda jubilosa. Vestía un sencillo traje rojo como el vino, un escapulario verde claro colgado al cuello hecho a mano con varias imágenes de la virgen. Su sonrisa es generosa y súbita, y genera pequeñas arrugas en las comisuras de sus párpados.

Y aunque no habla con rapidez sí lo hace con gran claridad, animación y energía. Sus oraciones son acentuadas vigorosamente, con marcados énfasis verbales altamente expresivos, y por momentos, algunos de ellos verdaderamente jocosos.

Con ellos incurría en extravagancias de descripción que ella misma censuraba riéndose tan pronto las ideas salían de su boca.
Alejandra Matiz ha hecho varias exposiciones de las fotografías de su padre en País, Berlín y ahora ha decidido traerlas a Colombia, donde a partir de ahora, saldrán a los demás países.


Pensando en las obras que dejó su padre, Alejandra se especializó en la restauración de obras en Italia, donde vivió por más de 30 años y llegó a Colombia en octubre con la consigna de seguir adelante con la Fundación "Leo Matiz" que creó junto con él.

Entre sus planes incluye exposiciones sociales que estarán unidas a la subasta de algunas obras que Leo tomó en la Aracataca de 1940, antes de escribirse "Cien años de soledad". El dinero recaudado, será destinado a fortalecer proyectos sociales a favor de la mujer en el país.

- ¿Cómo serán las exposiciones sociales de la Fundación del próximo año?


El tema será la mujer. Resaltar el valor que tiene en la sociedad. Entonces, esa exhibición se basará en fotos que tomó mi padre de un grupo de mujeres latinoamericanas importantes como son María Félix, Frida (Kahlo) y Tina Modotti. Aunque Tina no fue de la región, sí vivió mucho tiempo en México y decía sentirse de estas tierras.

Definitivamente hay que ayudar la mujer en Colombia. La Fundación iniciará unos proyectos sociales para ayudar a las madres cabeza de Familia. Entonces, se realizará una exposición de mujeres latinoamericanas en las calles con el sistema "Braille", es decir, debajo de la foto habrá una descripción de lo que es la fotografía para que los invidentes puedan imaginar y saber de qué trata un retrato fotográfico. Pensé en ellas, porque cada una, a su manera, son el signo de la mujer revolucionaria, encargadas de cambiar parte de la historia.

Otra de las exposiciones estará basada en el Macondo visto por Leo Matiz. El Macondo de 1940 a 1960, antes de escribirse Cien años de soledad. Ese pueblo puro, elemental, que no tenía influencia por el Nobel.

Esa exposición, al igual que la otra, será llevada a las calles pero no estará destinada a ayudar mujeres, sino a que Aracataca tenga acueducto. Seguramente no alcanzará, pero en algo ayudará. Y después, le dejaré esas fotos, grandes y plastificadas, a ese pueblo que vio crecer a mi papá, para que ellos tengan una exposición permanente, les traiga turistas y su economía mejore.

- ¿Cuándo se creó la Fundación Leo Matiz?

Legalmente en 1998. Fue el mismo Leo Matiz quien decidió hacer una fundación para no dejar morir su obra, porque él mismo vio la necesidad en Colombia de que hubiera un centro de fotografía, que mostrará al mundo este arte tan triste para el país, o como yo lo llamo: el arte de los olvidados. Creo que un periódico puede escribir sin que haya una fotografía, pero si a un fotógrafo no se le paga su trabajo, no se le da crédito o no se le da importancia y se cree que cualquiera puede coger una cámara y hacer una foto, comenzará a perderse la razón de este oficio.

- ¿Cuáles son los proyectos de la Fundación?

Para el año 2006 pensamos hacer seis exposiciones cada dos meses. También lanzaremos el premio de fotografía Leo Matiz; para eso habrá una convocatoria y se dividirá el premio en varias categorías como profesionales, aficionados y los que estén iniciando en ese campo. Habrá siete jurados, dos de ellos internacionales.

- ¿Cuál es la idea del premio?

La idea del premio es lanzarlo a mitad de año en Bogotá, pero vamos a tener sedes en algunas universidades en el Caribe colombiano, porque uno de los objetivos de la Fundación es ayudar artistas, fotógrafos latinoamericanos y aquellos que no han sido reconocidos.

Hace algunos años, hice una exposición de Frida Kahlo en México, en el Museo Estudio Diego Rivera y la hicimos con ese sistema porque llegaban los invidentes, tocaban la fotografía por debajo y describían, casi a la perfección, las características de la imagen. Por ejemplo, decía que Frida tenía las cejas largas, la describía cómo estaba vestida, decían que Leo Matiz era gordito, adoraba México y fue buen amigo de Frida.

Eso en Colombia no se ha hecho, y sería una forma de crear cultura, porque una persona que empieza a tocar el arte deja las balas. Si se nace en medio de armas y de balas, y después te encuentras con otro mundo, el del arte, estoy segura de que la gente dejaría la violencia y cambiaría a la sociedad que hoy tenemos.

- ¿Qué viene para el 2006?

Se tiene pensado crear un centro de documentación en el norte de la ciudad para enseñar a todos los interesados en aprender fotografía, a construir una buena marquetería y echar manos de todas esas cositas que aprendí en Italia cuando estudié restauración de arte, ya que las fotos son joyas y hay que comenzar a verlas como son. Las exposiciones de las Mujeres Latinoamericanas se irán para Australia y se esperanza un trabajo sobre la revolución mexicana que son fotos que tomó mi papá y sirven ahora que en 2007 se cumplen 100 años de esa revolución mejicana, y 100 años del nacimiento de Frida Kahlo.

- ¿Cómo fue la vida de su padre?, ¿Qué recuerda de él?

Mi Papá sufrió mucho. Perdió un ojo en un accidente muy fuerte en 1970 en San Victorino (centro de Bogotá). Ese día, un tipo, por robarle la cámara, le dio un puño con un anillo grueso, se lo enterró en el ojo. Lo que él no sabía era que estaba golpeando a uno de los más grandes fotógrafos del mundo. Tuvo que trabajar sin un ojo y por el otro casi no veía, entonces yo me dediqué a ayudarlo después de ver esa tragedia.

Él fue muy visionario antes del accidente. Hace 50 años vio en sueños que perdía un ojo. En el sueño, llegaba un ángel y se le llevaba el ojo. Contó que él corría detrás de su ojo, pero el ángel volaba y no lo podía alcanzar. Pero sentía una rara tranquilidad porque entendía que su ojo se iba al cielo no por maldad, sino por amor.

Eso fue terrible. Mi padre decía: ‘si es importante un ojo para un caballo, qué tal para un fotógrafo’. Él se echó a morir, se fue para su finca en Fusagasugá (Cundinamarca) y no quería salir ni volver a hacer fotografía. Para esa época yo vivía entre Venezuela e Italia. Me vine a Colombia, fui hasta la finca y desde afuera le grité que si no salía me quedaría al frente de la casa, día y noche, hasta que me recibiera. Después de 12 horas, bajó. Lo convencí de que volviera al mundo de la fotografía, lo llevé a Bogotá, entró a trabajar en una revista, le hicieron un homenaje en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y renació de nuevo.

- ¿Cómo fue ese renacer?

Mi padre empezó a vivir de nuevo con lo que él llamó su tercer ojo, que no era más que sentir la fotografía. En algún momento llegó a decirme que trabajaba con su tercer ojo, que no necesitaba ver para saber dónde había una fotografía porque la sentía. Y así nació su último libro que se llama ‘Los hombres del campo’, un libro que prácticamente hace un hombre ciego seis meses antes de morir y en un estado difícil, pues sufría una cirrosis hepática en grado avanzado, y aún así logró publicarlo.

noviembre 06, 2006

Atento

Con motivo de nuestro escritor del mes, se trascribirá el texto "Diálogo con el maestro", una auto entrevista de Hemigway sobre el oficio de escribir, tomada de su recopilación periodística "Enviado especial" de editorial Planeta.

noviembre 03, 2006

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Autor anónimo

Me preocupa pensar que la vida dejará por completo de ser escrita para ser vista desde las pantallas de los televisores y los ordenadores. No sé cómo serán los futuros escritores o más bien si existiremos dentro de 100 años. Me refiero a los hombres que buscamos luchar contra el infortunio de la tecnología: esas máquinas que más bien ahora veo con los ojos de aquel Hidalgo, quien las combatió en su era a toda costa.

Pero volver al principio sería el mejor regalo que le daría Dios, por lo menos a mí generación que igual a la de Foulkner, no hace historia, la sufre. Amargamente conciente de esto, me sumerjo en el concepto del escritor checo, Milan Kundera sobre el “eterno retorno: la carga más pesada”, dispuesto a soportar el peso de una generación desorientada en mi ser y apoyado en la vida, la razón y las palabras.

Despertar al hombre que viaja hacia el patíbulo debe ser el propósito del escritor, como lo decía Donne. Despertarlo de la carretera que lo conduce de la cárcel al patíbulo donde todos dormimos desde que nacemos hasta la sepultura.

Temo por los escritores de las próximas generaciones. Temo por mí, porqué no sé si seré capaz de dejar a un lado ese demonio que siempre me invita a encender la pantalla para que la imaginación se pierda entre un túnel siniestro mientras mi mirada se entretiene en lo vano del siglo XXI.
Siento que la verdad vivirá eternamente en la palabra escrita, pensada, no hablada pero que fustiga. Quiero invocar ahora a la parábola de la Solitaria del que habla el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Me inclino a ese bendito ser, signo del amor a la escritura, decidido a vivir con ella hasta mi último aliento. Comeré y viviré para que perdure eternamente en mis bíceras, y se desarrolle con ese fervor tibio y doloroso que llevó a muchos hacia el pensamiento de una estricta disciplina que les permitió la inmortalidad de su nombre y dejar para el mundo una posible visión de lo puede ser la humanidad inhumana.

Quiero soñar con el "Catoblepas" que Flubert describió en "La tentación de San Antonio", un animal imaginario, una criatura que se devora así misma comenzando por los pies. Un enfermo de "Catoblepas" es el escritor: un ser que escudriña dentro de sí la experiencia que le dé la vida y las oportunidades, para responder la principal pregunta de su generación.

Seré la representación más literaria de los jóvenes, encarnando a Aldous como ese hombre que se abre paso entre el bosque mientras tala con rabia los obstáculos de su camino. El mismo que hace oídos sordos de las burlas a voz en cuello, quien no le permiten mirar el mañana que todos los días le pregunta lo mismo ¿Y hoy qué piensas hacer por tus sueños?

Por este desafió que ahora asumo bajo mi propia palabra escrita, invoco a la vida y a la suerte que se dejen llevar sobre mis espaldas. Invoco al "Catoblepas" y a la Solitaria para mostrar lo que debo escribir, razón por la que vine a este mundo vertiginoso. De no hacerlo, invocaré a la muerte mirando desde las honduras, la luz de la montaña donde estuvo mí maestro Hemingway; la misma que lograré superar antes que inicie mi viaje a la eternidad con el mejor garbo que nos deja el deber cumplido o por lo menos el intentado.

Octubre 2005