octubre 31, 2006

Tonterías del Vargas Llosa malo



Tomado de www.elmalpensante.com

Foto: En la imagen, el escritor Antonio Caballero durante una entrevista concedida a la Agencia Colprensa. (Colprensa, Oscar Pérez)

Por: Antonio Caballero

Novelista y columnista colombiano. Escribe para la revista Semana.



Hay varios Vargas Llosas (y no cuento aquí a los hijos). Hay varios Marios Vargas Llosas distintos. Y no quiero distinguir aquí únicamente al narrador realista del periodista de ficción. Sino que, dejando de lado al ensayista político y al pensador económico, al crítico literario y al filósofo social, al conferencista, al polemista, al pugilista, al estadista, al torrencial dispensador de entrevistas, al todavía futuro pero ya previsible memorialista, quiero referirme a otros dos de los numerosos escritores que coexisten en Mario Vargas Llosa: el novelista bueno y el novelista malo.El pretexto es su más reciente, pero por supuesto no última, novela: un librote (o librito, en parámetros vargasllosianos) de nada menos (o de nada más) que 375 páginas: Travesuras de la niña mala (Alfaguara, mayo de 2006).





Para empezar, el novelista bueno. Digo para empezar porque empezó muy bien, con una novela espléndida titulada La ciudad y los perros, que obtuvo el premio... pero no: tampoco tengo espacio suficiente para hablar aquí del Mario Vargas Llosa ganador de premios, sean literarios o paraliterarios o extraliterarios: la Flor Natural de Guayaquil, el Nobel de Química, el de la Simpatía que otorgan las iglesias holandesas, el Capote de Paseo de la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla, el de... Digo que empezó muy bien aunque sepa que no empezó con lo que digo: fui yo el que empezó a leerlo por ahí: él había escrito ya, y publicado, y creo que ganado con él un premio, un volumen de cuentos que no he leído yo. Porque, y lo digo de pasada, me permito dudar de que alguien haya tenido tiempo en su vida para leer todos los libros que Vargas Llosa ha escrito y publicado (sin olvidar que, como dije más atrás, nos faltan todavía sus memorias de ultratumba).Un respiro. Para mí. Para ti también, lector, mon semblable, mon frère.



Venía hablando, pues, del Vargas Llosa bueno. Sin pretender, ni mucho menos, haberlo leído entero, recuerdo de él tres o cuatro novelas excelentes y dos o tres extraordinarias: Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo. Vastas construcciones literarias de ambición epopéyica y de complejidad creciente, abrumadoras, arrolladoras, como un inmenso río salido de madre, pero está además el Vargas Llosa malo: el de los diarios del tío Reutilio, o Reginaldo, o como se llame aquel engendro; el de la madrastra; el de la otra tía; el de ya no sé exactamente qué título, pero que también he leído, o por lo menos comenzado a leer. Porque aunque no haya leído la totalidad de la obra de los Vargas Llosas posibles, sí les he metido el diente a casi todos los imaginables. O, para decirlo con un término caro a los neoliberales, a los "realmente existentes".Y de todas las novelas del Vargas Llosa malo la peor es ésta, la más reciente: Travesuras de la niña mala. Desde el final. La protagonista le dice al narrador, en la última frase del libro:—Por lo menos, confiesa que te he dado tema para una novela. ¿No, niño bueno?No. Lo siento, pero no.



Es más: no. No hay nada novelesco en ese tema que le da la susodicha "niña mala" al susodicho "niño bueno", en ninguno de los significados que se le quiera dar al término "novelesco". Nada más soso, nada más tedioso. Lo resumo a continuación.La niña mala en cuestión no es ni niña (tendrá unos sesenta años), ni mala (es una tonta con remordimientos); y no hace travesuras: se limita a vivir como mantenida de sucesivos e insignificantes personajes, amantes o maridos, que ni siquiera son muchos: apenas cinco o seis en medio siglo. Un funcionario de la Revolución Cubana, un funcionario consular francés, un funcionario de la mafia japonesa cuyo más desaforado exceso consiste en pedirle que se tire pedos. Y el narrador, claro: el susodicho "niño bueno", que es un funcionario peruano del servicio de traductores de la unesco en París. La niña mala trata de casarse por lo civil con todos ellos, y en general lo logra, aunque no se entiende muy bien por qué, pues ni siquiera es buen polvo: siempre dice que eso no, y que eso otro tampoco, y que le duele.



El secreto de su encanto, que al lector se le escapa, lo explica laboriosamente el narrador, temeroso de que al lector se le haya escapado: consiste en que es una mujer misteriosa: una esfinge. Cómo será de enigmática, que siendo peruanita se hace pasar por chilenita para más adelante cambiar su pasaporte de francesita por uno de peruanita otra vez, pero falso.Todo esto está contado en prosa de traductor de la unesco. Pero no me refiero a la de Julio Cortázar, ni a la de Julio Ramón Ribeyro, y ni siquiera a la del propio Mario Vargas Llosa, no: sino a la de un mediocre traductor de la unesco que, como consecuencia de "un pequeño derrame cerebral", piensa que las traducciones comerciales son más difíciles que las literarias porque están mejor pagadas. (No invento nada: véase la página 334 de la edición de Alfaguara). Con lo cual en la novela encontramos, por ejemplo, diálogos eróticos así:"—No pienso regresar a París —le advertí, mientras la veía, desnuda, de espaldas, yendo en puntas de pie hacia el baño—. Me quedaré a vivir en Tokio y, si no puedo matar a Fukuda, me contentaré con ser tu perro, así como tú eres la perra de ese gángster.—Guau, guau —ladró la chilenita".Y encontramos también reflexiones estéticas así: "La llevé a ver la catedral, un espectáculo que, con todos los años que llevaba en París, nunca dejaba de deslumbrarme".Pues la novela nos obliga a seguir minuciosamente al narrador por casi todas las ciudades que ha visitado en su vida Vargas Llosa, viajero infatigable, y a escuchar todos sus consejos de guía turístico.



Así, si llegamos a Londres "por una de esas extrañas conjugaciones que trama el azar", no dejaremos de visitar "el corazón mismo del swinging London: Earl’s Court, una zona muy animada y cosmopolita de Kensington que, por la afluencia de neozelandeses y australianos, era conocida como el Valle del Canguro (Kangaroo Valley)". O si, por otra loca conjugación de ésas, nos hallamos en la "populosa Tokio", en lugar de quedarnos en la "impersonal cafetería del Hotel Hilton" nos haremos llevar "a las casa de citas o maisons closes, allá bautizadas con el afrancesado nombre de châteaux", en Ginza, que es "el barrio de la noche tokiota". (Tienen jacuzzi y de todo). ¿Que estamos en París? La catedral, ya se dijo, que nunca dejará de deslumbrarnos. Y luego "un bistrot de la vecindad cuya especialidad es el coq au vin, y, de postre, una tarte tatin". Y, a propósito de París, no debemos olvidar que desde el célebre restaurante de la Closerie des Lilas, "a orillas de l’avenue de l’Observatoire", hasta l’Ecole Militaire, "hay una buena media hora de marcha". ¿Madrid? Nos será útil saber que "el café Barbieri, en la calle Ave María, parece un decorado expresionista del Berlín de los años veinte, o un grabado de Grosz o de Otto Dix".Y todavía falta, todavía falta.



Vargas Llosa ha vivido o ha pronunciado conferencias en casi todas las ciudades del mundo, y en todas ha tomado notas. Sale Lima, claro: "con todas las exquisiteces de la gastronomía peruana, el ceviche de corvina, el chupe de camarones, el arroz con pato, el lomito saltado, la causa, el seco de chabelo". Sale Helsinki, sale Viena, sale Seúl, en la remota Corea. Sale Roma también, pero sólo de pasada, sin mucho dato de información útil para visitantes: ni horarios de trenes ni precios de restaurantes. Pero sí los tenemos, en cambio, sobre los muebles de segunda mano del Rastro de Madrid, sobre las entradas de la cafetería del Museo Antropológico de Kyoto o sobre el té con scones del desayuno en el Russell Hotel de Londres, en Russell Square, cerca del Museo Británico, donde los camareros son muy amables.Quiero decir: no es que me parezca mal que cosas así se cuenten en una novela.



Desde el Satiricón de Petronio las novelas estaban hechas para que quepa en ellas todo. El propio Vargas Llosa descubrió (se lo oí en una conferencia) que en El Quijote están ya expuestos los principios económicos neoliberales de Hayek y de Milton Friedman. Y también el aburrimiento es un tema novelesco fascinante, como en Madame Bovary. Pero son los personajes quienes deben aburrirse: no el lector. Y a Vargas Llosa no le van los temas frívolos ni las emociones sutiles. Proust, por ejemplo, le saca a un sombrerito de la duquesa de Guermantes doscientas o trescientas páginas de tiempo perdido, de tiempo recobrado, de tiempo. Y en cambio sólo sentimos que estamos perdiendo el tiempo cuando leemos que el traductor de la unesco se dedica "a recorrer boutiques y tiendas de señoras para elegir un regalo discreto y a la vez original, delicado" para terminar comprando "una de las primeras cosas que vio y que le gustaron, donde Vuitton: un neceser con una colección de frasquitos de cristal para perfume, cremas y lápices de labios, y una agenda y un lápiz de concheperla que se ocultaban en una falso fondo.



Había algo vagamente adulterino en ese escondrijo del coqueto neceser". El Vargas Llosa bueno necesita temas ruidosos y truculentos para que sus cuentos vengan a cuento. Cuando no los tiene, es mejor que no escriba.Pero bueno: por lo menos, confieso que me ha dado tema para un artículo. ¿No?

octubre 29, 2006

UN ATREVIDO NÚMERO DE "EL MALPENSANTE" SOBRE EL PERIODISMO



La dedicación que "El Malpensante" hace en su más reciente número sobre el oficio o profesión del periodismo es algo que, para quienes nos apasionamos con las historias y la escritura de estas, llama mucho más que la atención. "¿Se necesita un nuevo viejo periodismo?", apunta en el "Dossier" el medio justificando su profundización en la materia, basándose en la "crisis" por la que pasa el periodismo, esa misma que hablan en todas las facultades de comunicación social y salas de redacción del país.

Es así como en siete artículos abordan las herramientas y características del arte periodístico con una forma malpensante, un "armatodo" de datos al mejor estilo de la revista. Magialiteraria decide publicar la portada de esta edición y recomendarla como lectura alternativa durante los próximos días. Que bueno sería que "El Malpensante" andara siempre de aniversario. Felicitaciones por su celebración. Sigan adelante esquivando los Iceberg.

Sumario de los artículos publicados en la edición 74 de "El Malpensante":

CULTIVAR LA SOCIEDAD. La uniformidad del periodismo contemporáneo requiere con urgencia de un antídoto. Quizás el mejor sea la vieja literatura de viajes. Por Robert D. Kapla

FICCIÓN Y REALIDAD DEL CONFLICTO. La guerra no es como la pintan los periódicos ni como la muestra la televisión: es peor, más lenta, más aburrida, menos romántica. Una veterana muy premiada cronista del conflicto armado colombiano nos dice cómo y por qué. Por Juanita León

LA GENERACIÓN DEL DIARIO ÚNICO. En Colombia sólo queda un diario de verdadera circulación nacional. Esta soledad no parece haberle hecho bien a El Tiempo, opina un lector de los que hoy el periódico busca con ahínco: joven y suscriptor. Por Nicolás Morales Thomas

CULPEMOS A LOS LECTORES. ¿Es posible hacer buen periodismo si al público no le importa? Y si no le importa ¿por qué? Van algunas respuestas a estas difíciles preguntas sobre un caso emblemático: el americano. Por Evan Cornog

EL FINAL DEL CAMINO. Editor durante casi veinte años de una célebre revista, Curtis expone un inesperado abecé del oficio. Por Gregory Curtis

PERIODISMO PORTÁTIL (o como sobrevivir escribiendo historias por el mundo). No tener jefes parece una opción estupenda, pero la independencia también tiene su costo. Un veterano del periodismo freelance reflexiona sobre su modo de ejercer la profesión. Por Juan Pablo Meneses

EL QUE ENCIENDE LA LUZ. Siempre en entredicho, siempre bajo sospecha, la crónica es causa de muchos y frecuentes malentendidos. El autor explora siete equívocos sobre el género rey del periodismo. Por Julio Villanueva Chang

octubre 28, 2006

Discurso de Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias de las Letras

Tomado del diario El País, de España.


Octubre 20 de 2006, España.

No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.



Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?



En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.



La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.



Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.



De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.
Nunca he querido trabajar en otra cosa.

octubre 27, 2006

VIVE EL PERIODISMO LITERARIO


La invitación a romper con los parámetros del periodismo cotidiano, aún se pide. En especial los grandes diarios de Sur América, hablo de 'UN' de la Universidad Nacional de Colombia, "Un Pasquín", periódico de la izquierda colombiana, y algunos números de la revista Semana. Son pequeños ejemplos del camino que corre el periodismo y la comunicación social, pero serán los blog quienres obligarán a que los medios decídan, por fin, cuál es de verdad su posición política y social.

Hace poco, me decía uno de los periodistas más reconocidos de Colombia en el campo de los Toros, Víctor Diusaba Rojas, que páginas como esta obligarán a que los grandes diarios repiensen su negocio, dejen su imparcialidad a un lado para apoderarse de un enfoque a favor o en contra del gobierno, por ejemplo. Por otro lado, el acopio de datos, el contraste de fuentes ("a quien te nombren ¡búscalo!", dijo Germán Castro Caycedo) no se perderá jamás como base fundamental de los hechos, pero la cualidad de permitirle al lector que se sienta testigo será, nuevamente, el plus del periodismo que se aproxima.

Ahora, no podemos negar la acogida que han tenido los formatos tabloide como El Espacio (Bogotá), La Chiva (Medellín) y Quiubo (Cali) , junto a la importancia de los suplementos culturales de los fines de semana, páginas un poco más interesantes que las demás aunque, ¿a cuántas personas les interesa ser interesantes? Este espacio no pretende ser más que un encuentro con las historias de vida y la vida cotidiana. Relatos en los que se ve el trabajo del narrador, del periodista investigativo; esos que combinan el olfato, las herramientas del reportero con la sensibilidad, el rigor y la pericia del novelista., Y que, sin perder el espíritu periodístico, van más allá - o más acá del lector- del sentido convencional de esta profesión.

Hoy en día la gente quiere leer medios con puntos de vista definidos, columnistas a favor o en contra del aborto, por ejemplo. Si eres lector de Fernando Vallejo, tu personalidad es una, si lees a William Ospina eres un lector de tal perfil. En la música es igual, si escuchas Metallica eres un roquero revolucionario, al igual que si te vas por Fito (un poco mas existencialista), pero si escuchas a Carlos Vives, serás un guapachoso.
Escribo estas primeras ideas no sólo con el objeto de iniciar un blog de posición, como ahora lo pide el interesado, usted, sino para que las historias que cada uno de los periodistas y escritores tiene bajo la manga o encima del cuello, tengan un nuevo espacio como muchos. ¡Y sí! Llamo a todos los periodistas y escritores reprimidos y amantes de la literatura y el periodismo que no desenfoca la verdad. Pero tambien a quienres esten interesados en publicar sus cuentos o experiencias.

"Enhorabuena", sean ustedes malvenidos al lugar en el que, antes de explorar y explotar, necesitan tiempo y ganas para superar la "delgada línea roja" entre periodismo y literatura.

Por último, quiero, con la venia de un gran amigo, Renson Said, escritor y periodista del diario La Opinión de Cúcuta, publicar su "Crónica real de Cartagena de Indias" al mejor estilo del " periodismo literario" que, insisto, de literario no tiene muy poco y de periodismo tiene todo.

¡Salud!

Camilo Argüello Benítez

octubre 25, 2006

JUGANDO ROL EN EBERRON


Por Camilo Argüello Benítez



Si eres aficionado a las películas de guerreros como El señor de los anillos o Corazón valiente, eres un amante de la fantasía, el suspenso y quieres ser protagonista de historias parecidas, tu próximo hobbie podrían ser los juegos de rol.


Para jugar es necesario contar con un kit de imaginación: ganas, entender que todo es un juego que pretende rescatar los valores fundamentales de la humanidad como el honor, la verdad, la amistad y la caballerosidad.

Este nuevo tipo de diversión es cada vez más común en Colombia y lo practican jóvenes descomplicados cuya única regla es nada de trago ni drogas.

Así es como el protagonista eres tú. Tú creas el personaje, lo moldeas y le das una vida fantástica, de aventuras en la que corres el riesgo de perder, ser herido y morir. Pero también puedes ganar y seguir viviendo

"Una persona que haya consumido alcohol o drogas puede encasillarse mucho en el cuento y agredir a alguien, olvidando que esto es un juego. La idea siempre es divertirnos", dice Luis aún despojado de sus poderes como paladín.

UN JUEGO DE MAGIA

Sobre la mesa hay un libro tan gordo como El Quijote, una decena de dados con varios lados, muchos muñecos de guerreros tirados y un tablero plastificado azul oscuro. Me siento como si fuera a jugar parqués.

Ya listos todos y organizados, Jorge, el master o narrador, lee la historia con una voz misteriosa: "Hay que entrar en el volcán noreste de Eberron, en las colinas de Elgard, cerca de las antiguas ruinas de Kron y rescatar al prisionero. Allí encontrarán las trampas del viejo enano. Para seguir adelante hay que cruzar el mar de sangre donde la sed de Tharos nunca termina. Ahí los estará esperando el enemigo mayor".

Y entonces, los tres paladines, Brakus(Luis), Magnus (Edilbert) y Robert (José Manuel) que además es mago, junto con el pirata Jack Sparrow (Weimar), se lanzan a la campaña. El narrador, hará las veces del enemigo.

La misión es rescatar al prisionero de las manos de una tremenda araña. Lo malo, es que el prisionero soy yo y todo sucede en Eberron, un mundo de fantasía, una especie de tierra mágica mezclada con el planeta tierra entre los años 1.600 a 1.700.

Resulta que el libro gordo corresponde al juego de "Calabozos y Dragones", el favorito por los roleros del mundo por sus campañas repletas de emoción, la magia y las características de todos los monstruos.

La criatura de esta tarde es una araña que tiene la bobadita de 8 mil puntos de resistencia (que es como la vida en los juegos de video).La misma que deberán derrotar con sus poderes y armas para liberarme.

El problema es que el azar también juega un papel importante y está representado por un dado con 20 lados, que indican si el golpe tiene efecto o no.

Los jóvenes jugadores, usan sus calculadoras con funciones trigonométricas para "restar los golpes que recibiremos de los enemigos o los que recuperamos si encontramos alguna planta o agua de la vida", me contesta Brakus (Luis) y se ve ansioso por salir a mi rescate, como si fuera un agente del "Gaula".

Cuentan con una pila de 15 hojas que han acumulado durante los tres años del juego. Están escritas en inglés y llenas de operaciones matemáticas sencillas.

En el mapa de batalla están los cinco luchadores y yo, representado por una simple tapa roja de gaseosa. Si la situación es de mucha acción, hay que recurrir a las figuras, moverse y ser más estratégico.

LA ACCIÓN ESTÁ EN LOS DADOS

De entrada, unas llameantes grietas los pone en calor. Deben sacar 3 ó 5, pero Jack Sparrow se quedó con un 4. El mago Robert, el último en pasar, se la juega por el suertudo pirata que cuelga de una rama gracias a que su puntaje fue mayor a 3.


"¡Master!, le extenderé la mano al pirata", explica el mago Robert y los demás deciden sujetarlo para evitar una doble caída. "Con un 3 bastará", dice el narrador y el dado vuelve a caer sobre la mesa con un 8. Todos respiran.

"¿Qué pasa si muere alguien?", pregunto de repente. "Se termina el juego para él. Ya sería decisión de nosotros buscar una campaña para revivirlo y como amigos, todos arriesgarnos por él usando nuestros poderes", me contesta Magnus.

Todos pasan y están vivos por ahora. Atrás quedaron los cuerpos de algunos guardianes a merced de la araña. Las trampas del viejo enano, las grandes aberturas de fuego en el piso del volcán; ahora avanzan por una escalera en piedra ardiente que los conduce al combate final.

Son 10 escalones, 10 lanzamientos. Los cinco primeros deben superar los cinco puntos, los tres siguientes no pueden ser menores a ocho, y los dos últimos a 12. La araña no se despierta. Parece que esta noche la suerte no está con el master.

Por lo que escucho, la idea es sorprender la criatura con un ataque conjunto y el pellejo lo arriesga Magnus. La quiere dejar clavada en la pared donde duerme. Se lanza contra la araña de frente. Tira el dado, saca un 19, lo logró por poco, porque era un número muy bajo para el arma que está usando: una espada.

"Donde sacara un 18 no hubiera logrado clavar a la criatura, porque especificó que le iba a pegar en el abdomen, un lugar muy duro", comenta Jorge, el Master antes de dar por terminada la campaña y saber que gracias a ellos recobré la libertad en Eberron.